jueves, 7 de junio de 2007

Aire fresco


El nuevo milenio ha sido una bofetada para el negocio de las discográficas. En menos de una década, Europa y Estados Unidos han llenado sus hogares con ordenadores que permiten acceder a información y datos de forma instantánea y gratuita. Para la industria de la música esta innovación significa la quiebra de su estructura empresarial.

A lo largo de los últimos años los medios de comunicación han ido informando sobre los frustrados intentos para luchar contra este 'robo' musical. Hemos sido testigos de la simbólica reducción de los miles de portales donde se reunían letras de artistas. Del cierre y apertura de programas PSP con Napster de referencia. Pero también de las tácticas para intentar cabalgar la red con la venta virtual de canciones que hace poco impulsó la discográfica EMI.

Durante dos días, Bruselas ha discutido el papel de los derechos de autor en la red sin llegar a un acuerdo entre consumidores, empresas tecnológicas, músicos y entidades de gestión. Proteger archivos en un espacio virtual donde cada país tiene sus normas y la velocidad de navegación es cada vez más rápida son los mayores obstáculos para evitar los cambios que acarrea el nuevo medio de comunicación.
Desde que fallan los cimientos en la venta de CD el números de giras ha aumentado. El suministro de grupos ya no lo controlan los grandes sellos y la libertad en la red permite conocer a bandas que seguramente hubieran permanecido en el anonimato por la falta de contrato. Estamos en un período de renovación y de aire fresco, pero también es cierto que la sobrepoblación musical es mayor y al final muchos terminan buscando un filtro, que en lugar de ser una discográfica son iniciativas como el Myspace.

Otra consecuencia de esta sacudida es la falta de una super estrella. Hace tiempo que se reciclan los artistas. Las discográficas no apuestan por nuevas Britney Spears o Back Street Boys. En lugar de fabricar permanecen al acecho en busca de los grupos con más visitas y comentarios en la web. De aquellos grupos que la gente decide libremente de escuchar.

Y entre tanto cambio quién también deberá adaptarse es el periodista. Su fuente de suministro ya no tiene lo que todo el mundo quiere escuchar.

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